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Depresión infantil: ¿Cuáles son las señales de alerta?

La depresión en niños, niñas y adolescentes es más común de lo que parece, aunque su detección puede ser más compleja. Revisa más detalles a continuación.

Los trastornos depresivos no sólo afectan a adultos, los niños y niñas también sufren de esta condición. De hecho, datos del Departamento de Estudios y Desarrollo de la Superintendencia de Salud demuestran que la mayoría de los trastornos de salud mental en adultos, se originan principalmente durante la infancia o la adolescencia.

En Chile, los trastornos depresivos alcanzan el tercer lugar de frecuencia dentro de los trastornos psiquiátricos. Durante la infancia alcanzan una prevalencia de 2%, cifra que aumenta hacia la adolescencia llegando al 8%, y mostrando una distribución de 2:1 entre mujeres y hombres.

De acuerdo a estudios pospandemia, realizados por el Centro de Justicia Educacional CJE en conjunto con la Universidad de Tarapacá, ha existido un incremento en la sintomatología depresiva en este grupo etario.

Alejandra Caqueo Urízar, doctora en psicología y directora del Doctorado de Psicología UCN-UTA aseguró que los menores con mayor prevalencia a desarrollar depresión, son aquellos que se encuentran en “contextos de alta vulnerabilidad (…) esto es, familias disfuncionales, con presencia de psicopatología en alguno de sus padres, altos índices de pobreza, experiencias de pérdida o abusos, entre otros”.

¿Cuáles son los síntomas?

Los síntomas de este trastorno varían en los niños y niñas. La condición muchas veces no es diagnosticada porque los síntomas pueden ser vistos como cambios emocionales y psicológicos normales. Realizar el diagnóstico y tratamiento oportuno es fundamental.

En niños, niñas y adolescentes, la sintomatología más recurrente presente para el diagnosticar este trastorno puede implicar un “ánimo bajo la mayor parte del día, disminución importante del interés en casi todas las actividades – como en el ámbito académico -, baja o aumento de peso de forma repentina, cambio en el apetito, insomnio o hipersomnia casi todos los días, agitación motora, fatigabilidad, sentimientos de culpa excesiva y pensamientos de muerte”, reitera la académica.

Un ejemplo de lo anterior es “si comienza a mostrar más irritabilidad, o se torna menos tolerante a la frustración, manifiesta episodios de llanto incontrolable y cambios notables en actividades sociales: deja de jugar o hacer deporte, si se aísla la mayor parte del tiempo, son algunos de los indicadores que los padres deben tomar en cuenta”.

Además, la experta destacó que “los padres son los agentes claves en la detección temprana en la aparición de posibles síntomas. Esto implica estar atento a cualquier cambio importante que presente el niño, niña o adolescente, tanto en su conducta como en sus emociones, se debe acudir a un especialista que pueda evaluar la condición de forma profesional”.

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