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Luis Rivera, pescador criollo de la Caleta de Coquimbo: “En el mar nunca vas a dejar de aprender”

Entran a la Caleta de Pescadores de Coquimbo es conocer personajes con historia de vida y esfuerzo. Uno de ellos es Luis Rivera a quien conocen en el lugar como el “Rubio Paita”. Un hombre sencillo, ligado al mar por 50 años, casado con Ana y orgulloso de sus dos hijas hoy profesionales. Dentro de sus actividades se dio un tiempo para conversar con regiondecoquimbo.cl y adentrarse en diferentes parajes de su vida y la relación con su caleta.

¿Cómo llegó usted a la caleta Coquimbo?

“Eso fue hace más o menos  50 años, yo estaba perico. Me recuerdo que iba a ayudar a Peñuelas en esos años, y teníamos un Lachón de totora que era para ensartar el pescado, los peñolinos, en ese tiempo, y entonces después el niño que yo más o menos lo quiero como papá se vino para acá, entonces ahí me vine. Ahí se produce mi arribo a la Caleta de Coquimbo y empecé de a poco a trabajar con él, a trabajar a la mano. En ese tiempo había un harto pescado a la mano, así que pescábamos todas las semanas a la mano, como por ejemplo los congrios. Desde ahí fui creciendo hasta que me hice de un bote.”

 ¿Cuántos años pasaron hasta que se hizo ese bote?

“Unos 15 años y lo bauticé con el nombre de Pumpullo, porque hacía mucha agua, y los pumpullo son del agua. Despues empecé a trabajar en una embarcación más grande, que era el número 1, se llamaba Atlántico. Posteriormente, con los años, trabajándole al viejo, quede a cargo y después me dio la facilidad de tenerlo. Me pedía en ese tiempo un millón de pesos, ya estaba más adulto, ya estaba casado, me casé igual y siempre trabajando aquí. En ese tiempo trabajábamos sacando jureles al cerco. Un día el viejo me dijo, esta embarcación va a ser para ti, porque él hizo una lancha y yo no le creía, uno es incrédulo, y me pedía un millón. Con esfuerzo le juntó el millón, porque había pescado en ese tiempo, había harto pescado. No vas a creer que antes de la Pascua le traje el millón para asegurar la embarcación. Cerrando el negocio el viejito me pregunta ¿tú tienes hijos? sí, pues tenía dos y seguidamente me dice llévate la plata para allá, anda a comprar el regalo y después me lo pagas. Esa facilidad me dio el viejo, y se lo compré, pues más bien dicho, era mío ya, y con ese, después tuve otra embarcación, que trabajamos los congrios al cerco. Yo he andado en todo, hay muchos acá que trabajan en una sola especie no saben otros temas, hemos trabajado harto a la merluza, el congrio al espinel, para las islas. Aquí he enseñado a tantos cabros, hay muchos cabros que ahora ya tienen su embarcación también, más adultos, se casaron y a la mayoría me dicen papá.”

¿Cómo ha cambiado la pesca desde hace décadas atrás, hasta hoy día?

“Ha varía mucho, ahora es difícil, ahora vas más pendiente del gasto de que pescar. Ahora las embarcaciones muchas crecieron, tienen una red más grande y por lo tanto ya no compites con ellos. Crecieron las embarcaciones, crecieron las herramientas, entonces ellos son artesanales, pero distintas categorías. La pesca varió mucho porque de repente empiezan a haber pocos pescados, pillas un día, de repente te podrías demorar 10 días en pillar de nuevo, y aquí casi están quedando pescadores criollos, los que somos originarios de acá. Ahora cuando llega la jibia acá se llena de jóvenes como que van al aeropuerto y no habiendo jibia se van de acá y quedamos nosotros. Ahora hay que considerar que hay tanto animales que estas dificultando la pesca como el lobo marino, donde el culpable es el propio ser humano que ya mató a la orca, al tiburón y uno se pregunta quien se come la cadena. Esta difícil la cosa”.

¿Con tantos años como pescador como se compatibilizaba la vida en el mar con su familia?

“Es que cada día… Tú no vas a dejar nunca de aprender en el mar. Antes se trabajaba con menos tecnología. Ahora en la actualidad tomas el teléfono y sabes cómo va a estar el tiempo. Antes no, era al ojo nomás. Te arriesgabas y era costumbre. Ahora es distinto.  Los jóvenes incluso escuchan el tiempo en la tele por último y ya no van. Y tampoco se quieren arriesgar gastos. Porque ahora unas salidas son entre $120 o $130 mil,  considerando que vamos por aquí nomás, Ahora si vamos para Tongoy sube alrededor de $200 mil el gasto, teniendo en cuenta que podrías traer pesca o no.”

¿Hay alguna situación de peligro dentro de estos años que he vivido en el mar?

“Los pescadores hemos pasado cantidades de situaciones difíciles, pero tú lo pasas en fracción de segundos y te olvidas. Al rato estamos urgidos y al rato estamos riéndonos. Eso es lo que pasa. La mar es fea, ahí vamos. Antiguamente navegábamos igual y a veces a punto de irnos a borojo y en tres tiempos nos olvidamos. Pero los tiempos han cambiado. Porque ahora si yo encarno para ir al Congrio, veo los instrumentos y si te acusan que viene viento, no se va.”

Usted me decía recién que varios jóvenes le decían papá aquí en la caleta. ¿Qué se siente traspasar esa experiencia de 50 años como pescador?

“Es que esos son alumnos. Algunos te respetan hasta el día de hoy. Algunos te respetan e incluso hay tres o cuatro que son profesionales en cuanto a la pesca. Entonces esto me enseñó mi papi. Porque el que quiso aprender, aprende. Porque no es llegar e ir a pescar. Si yo digo voy a ir al congrio, es porque voy ir al congrio o si digo voy a ir a la merluza es porque voy a ir a la merluza. Ese es el tema que ellos aprendieron.”

Una fecha dolorosa para ustedes es el 15 de septiembre. ¿Qué pasó con usted ese día?

“Me dejó pelado. Perdí la red que vale como $15 millones. Perdí mi embarcación. Perdí todo. Después, amigos míos me iban a arreglar mi lancha y  el gobierno me dio una lanchita de fibra. Mi mente era trabajar hasta los 60 años. Tenía a mis hijas grandes o profesionales. Dije yo, hasta los 60. Y el tsunami me jodió. Tuve que empezar de nuevo. Tuve que de nuevo hacer una red. El gobierno me dio la lancha, pero había que implementarla para poder ir a pescar. Porque te dan un bote, pero no es llegar a ir a pescar. Tienes que tener la herramienta.”

En estos más de 50 años de pescador, ¿Fue el momento más difícil? 

“Sí. Yo había andado en otras partes así, en medios de pedazos de temporales. Pero estoy salvado. Dos veces me pilló en Guanaqueros. Una vez me pilló acá. Pero salvamos porque los años te enseñan. Pero no como este Tsunami. Me dejó pelado, pelado, pelado. No quedó nada, nada. Y me dejó enfermo…… enfermo de los nervios. En tres tiempos quedaste pelado. Es impresionante. Tambirn a muchos cabros los dejó sin nada.”

Por último, ¿cuál es el mensaje que usted le entrega a las futuras generaciones de pescadores?

Lo que tiene que hacer la juventud es estudiar y nada más. Incluso he corrido jóvenes de acá y ahora me agradecen. Recuerdo que una vez corrí a un compañero y se fue a trabajar a una micro. Su jefe le dio la misma facilidad que me dieron a mí y de tener una micro hoy tiene cuatro. Lo mismo pasó con un sobrino de Antofagasta, pillábamos pescado, había pescadito, pillábamos, y bueno, se entusiasmó. Le dije estudia y ahora es técnico en motores diésel de la minería. Los jóvenes deben entender que el mar no es futuro como para tener una familia, porque en una familia hay que pagar el agua, luz y alimentos. En la pesca una temporada se gana, pero no todo el año. No es permanente. Entonces, cuando vienes a ganar la moneda, estas más endeudados y todo se paga.».

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