Hablar de la historia de la Caleta de Pescadores, de la historia de Coquimbo como también de los inicios del turismo náutico es hablar de Jorge Crovetto. Un hombre autentico y sencillo, cuya infancia estuvo marcada por el esfuerzo y por haber trazado sus propias metas. Se embarcó en la idea de un catamarán y logró construir la primera embarcación trayendo los shows de piratas a bordo. Confesó a región de Coquimbo.cl que su sueño es construir un galeón que surque la bahía de Coquimbo. Lo invitamos a conocer la historia de este hombre que defiende la tierra que lo vio nacer.
Jorge, ¿Coquimbano de corazón o adoptado por esta tierra?
“Coquimbano de nacimiento, de corazón. En realidad, todo junto”
¿Quiénes componen su familia?
Mi familia está compuesta por mi señora Teresa San Martín Vázquez y mis dos hijos, Jorge Elías y Vladimir Andrés, mayores de edad y profesionales. En realidad, el mayor es mi administrador, porque junto con el Catamarán Mistral también hemos logrado tener un pesquero que trabaja para la empresa Orizon, Mi otro hijo está en Viena, es ingeniero y como padres estamos orgullosos de ellos.
¿Cómo se inicia su relación con el mar?
“Mi relación con el mar se inicia estando un día sentado arriba de la caleta de pescadores. Era un niño chico, me pegaron una patada en la espalda y me tiraron al agua y ahi aprendí a nadar. Ahí partí como un niño chico. Después a los 7 u 8 años, mi papá con mi abuelo me llevaban a la mar… me mareaba. Ellos comían mucho menestrón. Mi abuelo hacía menestra con harto ajo y recuerdo que me decían que era para afirmar el estómago. Después de ahí seguí trabajando. Trabajaba en los veranos. Egresé de cuarto medio de enseñanza humanístico científico en el liceo y mi aspiración era ser oficial de la Armada. Pero oficial no de la Armada, sino que de la Marina Mercante. Pero obviamente no quedé. Cuando fui a dar la prueba fue en el 78 y hace poco se había registrado un cambio de gobierno y el ambiente estaba muy sensible. Entonces no quedé. La cosa es que después trabajaba en los veranos con mi padre que era pescador. Porque como le decía a mi ancestro, el que llegó aquí, Lucas Eugenio Crovetto, él era lobero. Y mi abuelo, Alberto Antonio Crovetto Moneghetti, también era lobero. En esos años, me contaban que aquí en Coquimbo, hablando a comienzos de la segunda década del siglo pasado había mucha cultiembre, en que exportaban el cuero de lobo, sacaban el aceite y del mismo aceite hacían jabones. Mi abuelo me contaba que también aquí hacían los capachos. Así, cuando Coquimbo comienza a abrirse, comienzan a realizarse las primeras actividades mineras. El puerto era de palos no más y no el puerto que tenemos ahora. Entonces llegaban lanchones maulinos. Mi abuelo llegó a tener 12 lanchones maulinos de 50 toneladas. También recuerdo que a mi abuelo le decían el “Gran Tomás”, porque cargó un lanchon maulino desde las seis de la mañana hasta las nueve de la noche solo y ahí ocupaban el cuero de lobos, porque los capachos eran como mochilas. Son muchas historias. Nosotros somos una familia que se destacó por realizar actividad principalmente pesquera. Después se diversificó y nació Transportes Corvetto, después otros siguieron con la parte textil en Santiago, los Corvetto Olivares, en fin. Resumiendo, después que salí del liceo me hice pescador, trabajando en todas las pescas prácticamente. Posteriormente mi padre me dijo, “Jorge, métete en una lancha, están dando crédito Corfo”. Me compré mi lancha y pagué hasta el último peso a la Corfo. De ahí partí con una lanchita, después otra lanchita. Y así fue incrementando la pequeña flotilla de embarcaciones. Claro, yo tenía 32 años. Ahora tengo 64 años. Y posteriormente parte el tema de turismo.
¿Cómo nace ese tema?
Hay un caballero aquí, Don Rafael Vivanco. Él es el que hacía turismo con un botecito chiquito. Después ahí viendo cómo diversificar la actividad porque la pesca de repente se pone mala me metí en una lancha el turismo. Íbamos a la isla de los lobos, donde están todas las aves nativas en nuestra región litoral. Entonces, después viendo la necesidad de cómo hacer un turismo un poco más relajado, se me metió el bichito de hacer un catamarán.”
¿Cómo concreta esa idea?
“Un día un caballero salió navegando en una lancha y posteriormente se vino a conversar conmigo. Eran por el 1996 y las cosas de la vida….. me comentó que él era capitán de un catamarán. Pero, en Australia. Le dije que tenía un sueño, hacer un catamarán. Me dijo que me enviaría fotografías de su catamarán. Llegaron en seis meses y ahí partió todo un proceso. Buscar un ingeniero, viajar al sur, después ver dónde construirlo. Bueno el catamarán “Mistral” se construyó en la modalidad autoconstrucción. Nosotros mismos lo fabricamos y aquí tiene 24 años de vida. Cumpliendo con todas las exigencias de la autoridad marítima. Ahora cada dos años hay que vararlo. Son inspeccionados. Se hace medición de los planchajes, revisión de línea de ejes, pintura y todo el tema.”
¿Qué recuerdo usted tiene de su infancia?
“Fue una infancia trabajada con mi hermano, baldeando los botes que llegaban de la pesca del congrio y recuerdo que nos pagaban con una collerita de congrio que después vendíamos y ganábamos nuestro dinero. Tambien tengo un bonito recuerdo del Atenas, ya que era anotador. ¿Te acuerdas de que antiguamente en la Atenas hacían los campeonatos de Baby Futbol? Entonces yo era notador ahí. Ah… Me acuerdo de las finales. Siempre estaban los Macabros con O’Higgins o con Cerro Porteño, que eran los equipos más poderosos que habían. Era bonito todo el tiempo. Me acuerdo que llegaban también los shows de la Nueva Ola. Ahí también ayudaba a entrar a los equipos de los Cumanás para poder entrar gratis a ver el show. Mi vida fue una vida de esfuerzo marcada por el trabajo, pero también me divertí bastante con todos esos espectáculos que llegaban al Atenas principalmente porque estaba en el centro. Se disfrutaban en familia cuando era bonito el espectáculo.”
Volviendo al tema del Catamarán. ¿Por qué le puso Mistral?
“Lo bauticé como Mistral porque Gabriela Mistral fue una poetisa que nos dio a conocer al mundo. Desde aquí en la zona y me ha gustado siempre ese nombre. Incluso el catamarán tenia a los costados la imagen de Gabriela Mistral. Pero con el tiempo se fue borrando y después el artista se fue de Coquimbo y no hubo quien lo pintara de nuevo porque era a mano alzada. Recuerdo que partimos haciendo turismo en el año 92. Imagínense la cantidad de años. Y el Mistral partió en el año 2000. Usted sabe que hay cosas que la gente no tiene ni idea. La experiencia que tenemos nosotros principalmente, que es de donde está hablando. Nosotros hemos ido con este catamarán. dos veces al Perú y arrendado por la Armada Norteamericana. Primero fuimos a atender a los portaaviones Ronald Reagan. Estuvimos una semana sacando todos los marines en el Callao y después fuimos a atender al portaviones Robert Stewart. Hemos ido a Valparaíso, para el norte, hemos estado en Antofagasta. Así que la experiencia está de nuestra parte.”
¿Recuerda el primer viaje cuando se inauguró El Mistral”
“Para quien le habla fue muy estresante todo. Debo agradecer en aquel entonces el apoyo de la CCU, que era mi auspiciador. La CCU me facilitó un team de muchachas de Cristal. Entonces acá hubo un cóctel, y se invitaron a autoridades regionales para el primer viaje del Mistral. También tuve al gran Cristian Cuturrufo, el mismo que tocaba en el Club de Jazz. Recuerdo que Cristian me dijo ……no te preocupes, nosotros vamos a ir a amenizar la inauguración del catamarán. Una cosa muy bonita, y cuando llegamos aquí había una fila de 200 personas para embarcarse y ahí empezamos a prepararnos para salir hasta el dia de hoy, continuando con nuestra tradición de ir a la Isla de los Lobos.”
¿Qué pasó con usted el 16S?
“Todos los tsunamis y los temporales los he pasado en la mar. El grandulón que hubo, el del 16 de septiembre no nos dejó nada aquí. Alcance a llegar a tiempo y quedé andando con el viejo Roberto en medio de la bahía, ahí. Estábamos junto a varias lanchas, remolcadores, estaban los marinos ahí, todos fondeados. Estábamos a la gira ahí, y yo le dije al Roberto, mira allá viene la ola. Y efectivamente, venía la ola. Un tsunami desde el mar es tétrico. Primero, antes que nada, queda todo oscuro. Ese día se veían las balizas prendidas, bocinazos, gritos, sonidos de chatarra que se retuercen, que chocan, y un chispazo donde reventaban los transformadores. Coquimbo, todo oscuro, mientras tratábamos de mantener la nave, al tiempo que el compás se empieza a dar vuelta, porque la nave agarraba los remolinos por todos lados. Recuerdo que también tengo la experiencia de haber estado en los temporales. El ciclón tropical que llegamos con viento de 115 km por hora, también estuve afuera desde las nueve de la noche hasta las diez de la noche del otro día. Cuando llegamos a tierra tuve que ir a la clínica. Ahí me taparon los ojos porque era tan fuerte el viento que me dañé la córnea con los cristales de sal. Al mismo tiempo mantengo comunicación con mi señora, indicándole que estamos bien, porque recuerdo que mi mujer está sola en la casa sola y mi hijo apoyando por su lado, ya que mi otro hijo está en el extranjero.”
Por último, ¿Qué tan importante ha sido su familia para apoyar sus proyectos? “La familia es el pilar fundamental cuando uno se cree el cuento y eso le digo a las personas. Crean el cuento y sigan adelante, pero luchen por sus ideales. La familia es importantísima. Mi mujer, Teresa San Martín, yo no tengo nada que decir. Ella me apoya en todo sentido. Además, que ella es mi mano derecha. Yo me dedico a la parte operativa. Mi hijo ve la parte logística, ya que tenemos